lunes, 9 de julio de 2012

Capítulo 5: Compañero animal.


Y ahí estábamos nosotros: metidos en el coche con una caja cartón entre los brazos yo, y Juan conduciendo hacia mi apartamento.

Desde que habíamos salido del polígono, mi amigo no había  abierto la boca. Solamente una sonrisa de satisfacción y felicidad daba indicios de que estaba vivo.

Recosté la cabeza hacia atrás y cerré los ojos para relajarme. Juan había  que encendido la radio y sonaba música estilo americano. Música de carretera que la llamaba yo.

-Tío, cambia de cadena, que con esto me duermo.
-Vale, vale, no me pegues – estiró el brazo y con los dedos índice y pulgar hizo rotar la rueda derecha de la radio. El aparato soltó interferencias por el cambio de emisora, pero al final se detuvo en una de música actual.
-Gracias tío, se agradece.

Me recosté en el asiento y escondí el cuello, al tiempo que hablaba. Juan rió.

-Raúl, siempre dices lo mismo.
-Ni idea, será mi “gag”.
-Será eso.

Sonrió y disminuyó la velocidad al llegar al cruce de enfrente de mi casa.

-He preferido traerte a casa, por si tienes problemas con el gato,
-Vale, gracias.

Salí del coche sonriendo y con la caja debajo del brazo, haciendo malabares para que no se cayera. Me despedí de Juan y miré el reloj: las ocho de la tarde. Resoplé. ¡Todavía es demasiado pronto! Pensé. Subí las escaleras del porche y Roly saltó desde el jardín hasta mi pierna. El ataque de cariño repentino procedente del perro de mi casero me asustó e hizo que perdiese el equilibrio, cayendo al suelo. Solté la caja de zapatos donde portaba al gato y chocó contra el suelo. La tapa saltó y a la vista quedó el diminuto cuerpo carbonizado del felino albino.

Roly se quedó mirándolo y se acercó lentamente para olfatearlo. La cría comenzó a lloriquear al notar la presencia del perro, ya que no podía ver apenas. La mascota golpeó suavemente la caja con la pata derecha y la desplazó hacia un lado. El gatito, que había conseguido ponerse de pie, cayó de nuevo, soltando un pequeño grito.

Me moví a la velocidad del rayo y aparté con una mano al perro. Recogí la caja con sumo cuidado y la cerré. Rebusqué en mi bolsillo en busca de las llaves y toqué el llavero que me regaló mi madre por mi octavo cumpleaños. Una lágrima subió a mis ojos. Saqué las llaves y abrí la puerta del portal.

Esto de vivir solo era un chollo. No tienes a nadie que te mande, puedes quedarte hasta tarde despierto y haces lo que te da la gana. Pero había que ser también un poco responsable. La casa ahora dependía enteramente de mí. Además, la comida me tocaba hacerla a mi siempre, asimismo la limpieza y en general, todo lo que solía hacer mi madre cuando estaba con nosotros. Desde aquel fatídico día,  vivía junto a mi hermana pequeña Elena. Al terminar la escuela, ella se mudó a vivir con mi tía, ya que me veía incapaz de cuidar a una niña pequeña, y aún no era mayor de edad por si sucedía algo.

Crucé el portal y subí las escaleras hasta mi puerta. Repetí el mismo proceso y entré en el apartamento. Estaba hecho un desastre. No he había dado tiempo a recogerlo con las prisas. Ya lo arreglaría cuando tuviese algún rato libre. Ahora lo importante era el gatito que llevaba en la caja.

Me dirigí al salón y me senté en el sofá pesadamente, soltando un suspiro de cansancio. Apoyé la caja delicadamente encima de la mesa y aparté la tapa con los agujeros.

El gatito se asustó un poco al recibir de lleno la luz del sol, y buscó desesperadamente la sombra que le proporcionaba un lado de la caja. Maulló e intentó abrir los ojos, sin conseguirlo del todo. Sonreí con ternura y alargué la mano para coger a la cría. Ésta, aún con los ojos cerrados, giró la cabeza al sentir mis dedos contra su lomo. Golpeó suavemente mi mano con su patita y se dejó coger al fin. Con todo el cuidado del mundo, lo levanté y, sacándolo de la caja, lo fui bajando lentamente hasta la mesa, intentando estabilizarle sobre sus patas.

-Bueno, que, ¿tendrás hambre no? – le dije sonriendo.

El animal se limitó a mirar con sus ojos tristes y diminutos, uno de ellos totalmente blanco. Me levanté.

-Pues no te muevas de aquí que ahora te traigo un poco de comida – empecé a andar hacia la cocina pensando “¿Qué comerán estos bichos?” Me acordé entonces de un documental que vi en la televisión sobre gatos.

Decía que se alimentaban de… de… ¡pescado! Abrí la puerta del armario de la cocina y busqué algo que pudiera saber a pescado. Teniendo en cuenta que era la residencia de un estudiante con pocas ganancias mensuales, no había más que bolsas de patatas de distintos colores y sabores. Maldije mi apetito de exámenes y busqué más a fondo. Al final pude encontrar, tras una exhausta búsqueda, una lata de atún que me había traído mi tía un día que vino a visitarnos. Cerré el armarito y busqué en la pila del grifo algún plato medianamente “limpio” para servirle la comida al animal.

-¡Será posible que no haya nada! – dije entre dientes.

Cogí el tazón de los cereales y lo lavé un poco para quitarle los restos del desayuno del día anterior. Al terminar me sequé las manos y con ayuda de un tenedor, vertí el contenido en la lata.

Volví al salón con el tazón en las manos, yendo hacia donde había dejado el gato. Al llegar, no atisbaba su figura desvalida por ninguna parte. Me asusté y dejé con cuidado el bol en la mesa. Ya sólo me faltaba que se me perdiese una cosa tan pequeña como esa.

-¿Dónde te has metido chiquitín?

Me arrodillé sobre la madera del suelo, inclinando la espalda para mirar bajo el sofá. Nada. Resoplé y cuando me disponía a levantarme, oí un leve maullido. Me giró con los ojos más abiertos de lo normal y lo vi, sentado en frente del altar de mis padres.

Capítulo 4: Lo misterioso a veces puede ser monísimo



Después de la partida de Raúl y Juan, miré a mi hermano. Parecía pensativo, concentrado. Apoyé una mano en su hombro y busqué sus ojos.

- ¿Leoncín? - le llamé cariñosamente - ¿Te pasa algo? Me tienes preocupada.

Él me miró, y sus ojos azules reflejaban tristeza. Siempre había pensado que Leonardo tenía un trozo del Mar Caribe dentro de esos encantadores ojos, tan calmado y lleno de vida. Pero ahora me parecía un mar desierto, sin vida, apagado.
Le cogí la mano y sonreí cariñosamente para animarle. Él hizo lo mismo y le abracé.

- No me gusta verte triste  - susurré.

Se separó de mí y me miró. Parece que volvía la alegría a sus ojos. Sonreí y dirigí la mirada al grupo. Todos charlaban animadamente entre ellos.

En ese momento María se levantó.

- Tengo que irme ya chicos - miró su reloj ansiosa - mi madre me espera.

Se dispuso a emprender el camino, pero Ricardo saltó rápidamente.

- ¡Espera, María! Vamos contigo - dijo sonriendo - además, también tenemos que hacer cosas, ¿no es así?

Le dio un codazo a Enrique.

- ¡Ah! - se quejó en voz baja. Al ver que todos le mirábamos, improvisó algo para decir - Si… claro… es verdad.

Ricardo sonrió victorioso y miró a María, levantándose.

- Nos vamos contigo entonces.

Enrique se levantó resoplando fastidiado. Se acercó a la oreja de Ricardo y susurró algo.

- Espero que tengas una buena idea y no sea otras de tus chorradas para ligar.
- Tu tranquilo, sé lo que hago.

Volvió a lanzarle una sonrisa seductora a María y le tendió el brazo como un caballero.

- ¿Nos vamos, madame?

María bufó y apartó la mirada. Empezó a andar sin mirar hacia el joven, que tenía cara de asombro, aunque una pequeña sonrisa de satisfacción se dibujaba en su rostro.

Solté una risita y Lenchu sonrió.

- En qué estarás pensando…

Rió con verdaderas ganas.

*         *         *

- Vale, Juan, tú ganas. ¿A dónde vamos?

El chaval pelirrojo siguió mirando a la carretera, pero eso no impidió que me contestase.

- No seas impaciente, Raúl, ya lo verás. Sólo te digo que no es nada raro - rió.

Bufé y me recosté en el asiento, cruzando mis brazos y mirando por la ventana. Reconocía el recinto ferial de la ciudad, el hospital, la universidad… Cerré los ojos y suspiré- La universidad. Ya quedaba menos para ir, ¡y no sabía qué carrera cogería!

- Bueno Raúl, ¿estás listo? - dijo con una sonrisa alegre en la cara. Le miré.
- Sí. O eso creo…
- Pues baja del coche, anda.

El vehículo se paró y Juan echó el freno. Abrí la puerta y me fijé en el lugar. ¿Un polígono industrial?

- ¿Qué tienes que enseñarme de aquí Juan? - estaba confuso.
- Sígueme - respondió sonriente. Me hizo una señal con la mano y entró por un callejón situado justo en frente del coche. Hice lo que me pedía y le seguí al interior del oscuro pasillo, internándonos.

Yo iba detrás de Juan, que llevaba una linterna vieja de su hermana pequeña para poder iluminar el camino. Se oía el goteo de las tuberías por todo el callejón. Ese sitio me daba escalofríos. Incluso sentí como algo me rozaba la piel.

- ¡Juan, vámonos de aquí! - le grité nervioso.

Mi amigo giró la cabeza para mirarme y sonrió, con esa sonrisa suya tan despreocupada, sin miedo a nada. Ante tal gesto, solo pude mirarle con desconfianza y agachar la cabeza. Volvió a sonreír, y entornó los ojos. Continuó andando mientras yo le seguía, sin mediar palabra.

Después de un rato llegamos al final del callejón. Había más luz, y eso era de agradecer. Juan se paró y dio una vuelta sobre sus talones para poder mirarme.

-Ya hemos llegado – puso los brazos en jarra y sonrió orgulloso – Bienvenido a mi hogar.
Hizo una reverencia y paseó el brazo por delante, invitándome a pasar. Comencé a nadar y cuando pasé a su lado arqueé una ceja. Me fijé en lo que él llamaba “su hogar”: Era una habitación no muy grande, quizás unos 30 metros cuadrados o posiblemente más. Sus paredes eran de ladrillo sin ningún tipo de cobertura tal como pintura o papel, y del techo de yeso colgaba una bombilla solitaria que parpadeaba de vez en cuando. Tenía una cama roñosa, algún mueble, seguramente recogido de la basura; una mini cocina, una televisión antigua y un sofá, del que sobresalían todos los muelles.

-Menudo lujo, ¿eh? – agité la mano y silbé en señal de burla.
Juan rió sin importarle mi comentario.

-Algo es algo tío. No todos tenemos un apartamento como el tuyo. Además, es perfecto para formar una base de operaciones, o un cuartel secreto, o incluso – hizo una breve pausa – un nidito de amor.

Bufé y me apoyé en la pared con los brazos cruzados y ojos entrecerrados.

-Pareces Menéndez ya. ¿Y con quién compartirías el “nidito” de amor? – tuve especial cuidado en enmarcar la palabra nidito entre dos comillas imaginarias que dibujé en el aire con los dedos.
Mi amigo volvió a reír, esta vez su risa se asemejaba (y bastante) a la pervertida de Menéndez.

-Tío piensa un poco. Van a ir tres tías a lo del chalet. Alguna cae fija.
Iba de flipado. Se creía que Laura, María o Marina caerían rendidas a sus pies. Je … iluso … Marina estaba loquita por Amando, a María se le nota a un kilómetro que estaba por mí y como Ricardo la quería para él solo, no creo que le dejase ni siquiera acercarse con intenciones sospechosas. Y Laura…

Me imaginé a la hermosa chica liándose con Juan. Fue una imagen horrible. La rabia inundó mi cuerpo y me entraron unas ganas enormes de agarrarle por el cuello de su polo de niño pijo y estamparle contra la pared. Me di cuenta de que estaba respirando como un perro salvaje a punto de atacar, y de que estaba en una postura que intimidaría hasta el más fuerte, unida a una mirada deseosa de sangre. Intenté relajarme y respiré hondo un par de veces, cerrando los ojos a cada bocanada de aire  que tomaba. Abrí los ojos ya más calmado y sereno y busqué a Juan, pero no le veía. Me encogí de hombros y me senté en el sofá a esperarle. Total, muy lejos no se podía haber ido…

Nada más lejos de la realidad. Juan apareció pocos minutos después por una puerta situada en un extremo de la sala. Me senté de lado en el sofá y apoyé el antebrazo en el respaldo para ver lo que llevaba en la mano. Era una toalla gris, que en otros tiempos debió de ser blanca. Estaba enrollada y se movía con ligeras sacudidas. Cuando se oían esos ruiditos, Juan les mandaba callar con suavidad, imitando la forma en la que un padre o una madre hacen callar a su bebé.

-Juan, que es to…

Se llevó un dedo a los labios e inmediatamente me callé. Hizo un gesto con la mano para que me acercase, pero que no hiciera ruido. Tuve mucho cuidado de que el sofá no sonara cuando me levantase y fui hacia Juan con el mayor sigilo posible.
Cuando estuve lo suficientemente cerca, Juan abrió un poco la toalla para que pudiera ver lo que escondía en su interior.

-Esto era lo que quería enseñarte en realidad – sonrió con ternura y me entregó la toalla – yo no puedo cuidarlo y, bueno, me gustaría que tu lo hicieras tío.
Quité lo que sobraba para ver a qué se refería mi colega. Se me abrieron los ojos al comprobar que de lo que hablaba Juan era nada más y nada menos que ¡una cría de gato! Era muy pequeño y todavía tenía los ojos cerrados. Quizás hubiera nacido hace apenas 2 días.

-Tío… - le miré todavía asombrado. Apenas me salían las palabras - ¿D…donde lo has encontrado? Es demasiado pequeño para vagar  por la calle solo.
Juan rió al ver mi cara y acarició la diminuta cabeza del gato.

-Cuando encontré este lugar ya estaba ocupado. Aquí vivía una gata callejera que quizás fuera la mascota de algún vagabundo ya muerto. Me hice muy amigo suyo y hace unos días dio a luz a una preciosa camada de cinco gatitos. Desgraciadamente la madre murió en el parto – detuvo el relato y cerró los ojos con fuerza, evitando así que se le escapase una lágrima. Le di unas palmaditas en la espalda y le animé a seguir con la historia – Gracias tío… como te iba diciendo, mi amiga murió dejando así huérfanos a 5 monísimas crías. Pero la tragedia no acabó ahí. No sé si escuchaste en la tele que había habido un incendio en esta zona.

-Sí, todavía lo siguen diciendo.
-Bueno, pues ocurrió justo en la nave de al lado, donde había escondido las crías para que no las robaran ni nada. Cuando me enteré, vine corriendo hacia aquí y… ya te puedes imaginar… todo lleno de policías y bomberos intentando sofocar las llamas. Una vez apagado el fuego busqué a las crías, no sabía nada de ellas, y los oficiales tampoco me dieron ninguna información. En vez de la bonita cama que les había preparado con trozos del sofá, había un montón de cenizas negras. Te juro que…

Le puse la mano en el hombro y apreté con fuerza, instándole a que fuera fuerte. Aún así, Juan se derrumbó, lentamente.

-Estaba allí de pié, llorando – continuó con voz quebrada – cuando uno de los bomberos que estaba allí haciendo el reconocimiento se me acercó. “No pudimos hacer nada para salvarles” me dijo. Le miré y asentí, dándole las gracias. Me agaché a recoger los cuerpos calcinados y sin vida de las crías, pero observé que sólo había cuatro. Busqué y busqué por toda la nave a la quinta cría y al final la encontré en la esquina más alejada, llorando, pegada contra la pared. Tenía quemaduras en el cuerpo, y uno de sus ojos se había vuelto blanco. Le llevé al veterinario para que le curase y más tarde le traje aquí. Intenté quedármelo en casa peor mis padres se han negado y no sé qué hacer con él. Estuve pensando en darle en adopción pero con el aspecto que tiene no creo que nadie lo quisiera. Entonces me acordé de ti, como eres un amante de los animales pues… pensé que…
-¡Claro tío yo me lo quedo! – Dije entusiasmado - ¿Quién no querría una monada como esta?

Cogí a la cría por el cuerpo con cuidado y la acuné entre mis brazos. Sonreí con ternura y miré a Juan, que lloraba de la emoción.

-Gracias tío, sabía que podía confiar en ti – me dio un abrazo fuerte y sonrió agradecido.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Capitulo 3: Planes de futuro

-Bueno, qué, ¿empezamos? - dijo Ricardo.
-Sí, empezemos cuanto antes - le apoyó Enrique.
Marina se apartó el mechón de pelo dorado de la cara y levancó la mano, muy contenta.
-¡Yo tengo una idea! - gritó
-¿Y cual es? - preguntó Lenchu.
-¿Por qué no vamos a la playa?
Todos comenzaron a murmurar entre ellos, comentando la posible salida a la playa.
A Menéndez ya se le caía la baba.
-¡Tio ya me lo estoy imaginando! ¡Bikinis, tangas, topless...menudo paraíso! - decía entusiasmado.
Lenchu, situado a su lado, le agarró del cuello por detrás y se acercó a su reja.
-Tranquilito ¿eh? que estás mejor - le susurró medio en amenaza.
Menéndez tragó saliva y estuvo callado durante toda la reunión.
-Gracias al aporte de marina, he tenido una idea - dijo Juan.
Todos miramos al muchacho pecoso, expectantes.
-¿Y bien? - preguntó Enrique, después de un silencio incómodo.
- Mis padres tienen un chalet en un lago de las montañas que ya no usan. Como tiene muchas habitaciones podemos ir los dices - sonrió contento, al ver que su idea nos convencia a todos.
-¿De cuántos son las habitaciones? - preguntó María.
- Eh...de dos, creo - dudó Juan, rascándose la mandíbula.
Nos miramos sonriendo. Empezaron a formar parejas de inmediato, como si de una excursión de primaria se tratase.
-¡Eh, eh, eh! un momento - nos llamó la atención Pedro - hay un pequeño problema.
-¿Qué pasa?
- Somos siete chicos y tres chicas, alguno de nosotros tendrá que dormir con ellas.
Lenchu, como accionado por un resorte, miró a Menéndez, que estaba a punto de hablar. La mirada de furia que le echó el chico argentino sirvió para que se quedara quieto, como un perro con el rabo entre las piernas.
- Pues soorteemos las habitaciones - dijo Enrique.
- Por mi bien - aceptó Ricardo, apartándose el flequillo de la cara con un golpe seco de la cabeza, y sonriendo a María.
Ella apartó rápidamente la mirada. El chico moreno se echó a reir y ella bufó como un gato molesto.
- Bueno - dijo Juan, frotándose las manos - ¿entonces está decidido?
- Sii -soltamos al unísono todos y nos reímos.
- Entonces yo le pido a mis padres las llaves del chalet hoy y os mando un mensaje al movil - se levantó - tengo que irme, ¿Vienes, Raul?
Asentí y cuando me iba a levantar, alguien me agarró del brazo. Me giré y encontré los ojos de Laura, acompañados de una radiante sonrisa.
Me entraron ganas de besarla.
-¿A donde vais? - preguntó
- Eh..pues...esto..tenemos que...eh...¡Ah, ya! Tenemos que ir a buscar a mi hermanito al colegio - inventó Juan de pronto. Le miré arqueando una ceja y él me hizo una seña con la cabeza para que le siguiera el rollo.
- Ah si si claro.
- Esta bien - me soltó Laura, satisfecha.
-¡Adiós chicos! - nos despedimos de la panda y avanzé hasta colocarme al lado de Juan - ¿Donde me llevas tio?
- Ya lo veras, no seas inpaciente - dijo con una sonrisa misteriosa.
Resoplé y decidí confiar en él.

martes, 30 de agosto de 2011

Capitulo 2: La graduación

Estando todos sentados en nuestros respectivos sitios, la directora se dirigió a la tarima donde estaban los micrófonos. A los lados, estaban todos los profesores que hemos tenido a lo largo de los 2 cursos de bachillerato: Luisa, profesora de Lengua, Don Alfonso, en matemáticas, Mr Marshall, el de ingles...Y así hasta un total de nueve profesores.
Paseé mi mirada por todos y cada uno de ellos. Algunos tenían una sonrisa en el rostro, como si se alegraran de perdernos de vista.
-Seguro que "calvorota" se montará una buena juerga cuando esto acabe - le dije a Lenchu en bajo.
Soltó una risita idéntica a la de su hermana gemela Marisa.
-¡Seguro que le sale hasta pelo! - bromeó Laura, que había oído mi comentario.
-Ja, ja, ja no creo, con tantos experimentos científicos se le habrán muerto la raíz - soltó Enrique, que estaba sentado detrás nuestra.
-¡Hombre Enrique! ¡Cuanto tiempo sin verte! - dije entusiasmado
-¡Ya ves tio! - rió, pero alzó la vista y su risa enmudeció de pronto. Volvió a su pose de niño bueno y yo me giré-
Los ojos azules de la directora Lucilda me helaron el alma.
Retiré la mirada y ella miró al frente, para dirigirse a los alumnos.
-Ahora viene el discursito - me susurró Laura.
Resoplé, adivinando lo que se nos venía encima. La directora empezó:
-Lo primero de todo, gracias a todos por haber asistido a la graduación del 2º curso de bachillerato del instituto Santa Maria de la Cruz - paró y empezó a aplaudir, esperando a que los demás la siguiéramos. Los profesores lo hicieron y yo, al mirar alrededor, tambien, aunque sin ganas.
-Como ya comienzo a ver caras de fastidio entre los aquí presentes - continuó - os prometo que no tardaré mucho.
Se oyeron unos cuantos suspiros entre los alumnos.
-Quisiera comenzar diciendo que...
Con eso, mis párpados actuaron solos solos y se cerraron. Me palpé los bolsillos e hize una mueca de desagrado : Me había dejado el MP3 en casa con las prisas.
Bufé y me recosté en el asiento, intentando conciliar el sueño. Después de un rato, los aplausos de fin del discurso me despertaron, acompañado del suave balanceo de Laura para qu e abriera los ojos.
Lo primero que vi fue sus dulces labios color rojo cereza, perfectamente perfilados para la ocasion. Me incorporé sonrojado y me levanté como un resorte para alejarme de ella.
-Buenos días dormilón - dijo sonriendo
-Buenas...¿se acabó ya el discurso?
-Si, ahora tenemos que ponernos en fila, detrás de Lenchu.
-¿Qué , ya estas espabilado? - rió y me agarró por el cuello con el antebrazo, teniéndome así en una posición perfecta para rascarme la cabeza con los nudillos.
-¡Eh! ¡Que me despeinas! - le dije riendo.
-¡Vale, vale, Ken! ¡No te tocaré el pelo! - me soltó el chaval rubio.
-Se agradece - reí y me coloqué tanto la túnica como la borla.
Oímos como la directora empezaba a nombrar:
-¿Amador Arribas?
-¡Tia mira es Doble A! - dijo Marisa hablando con su amiga, medio en suspiros.
-Quien le tuviera a tiro... - dijo Noelia, mordiendose el labio inferior.
Lenchu se enfadó y regañó a su hermana.
-Ya te dije que ese no te conviene Marisa, es un estúpido.
Marisa le sacó la lengua.
-Eso es que tienes envidia - se giró enfadada y siguió hablando con su compañera de marujeo.
-No tiene remedio - se lamentó Lenchu.
Le toqué eñ hombro.
-Ya entrará en razon tio, dejala que cometa el error y ya verás como aprenderá - me sorprendí a mi mismo hablando de esa forma.
Parece que Lenchu y Laura también lo notaron porque el primero me miró extrañado y la segunda se echó a reir.
La cola siguió avanzando y nos tocó a nosotros por fin.
-Leonardo Bonilla - pronunció la directora.
-¡Animo tío! - le susurré y golpeé suavemente la esplada para animarle.
Lenchu subió las escaleras se colocó frente al primer profesor. Les dio la mano a cada uno de ello y cuando llegó a la directora, ésta le hizo entrega de un diploma cuidadosamente envuelto. Puso su mejor sonrisa para la foto y bajó del escenario.
Le tocó a Marisa. El mismo proceso. El corazón me latía a mil por hora. No conseguía tranquilizarme. Miré hacia atrás y encontré las esmeraldas refulgentes de Laura. Me agarró la mano y sonrió para tranquilizarme. Le devolví la sonrisa y solté su mano al oír mi nombre.
Subí con pies de plomo a la tarima. Cada uno de los profesores me dedicó unas palabras. La mayoría de ellas eran de apoyo pero las otras...no eran muy alagüeñas, parecían más un conjunto o un maleficio que un consejo de un adulto. Le llegó el turno a la directora.
-A ver si intentamos hacer menos tonterias ¿eh, Raul? - le di la mano y sonreí forzosamente.
-Se intentará
Me coloqué a su lado para que el conserje Julián nos hicieran la foto.
-¡Hecha! Muy guapos - dijo, con su voz cascada por el tabaco y los años.
Bajé las escaleras y me reuní con Lenchu y Marisa.
-¡Por fin libres! - suspiró Marisa.
-Si, ya llegaron las vacaciones - rió Leonardo.
LLegó Laura.
-Mmm - estiró el cuerpo se sentó en el suelo - por fin.
Rió dejando ver sus hermosos dientes blancos. Suspiré y me apoyé en la pared, con los brazos cruzados, esperando a los demás.
Fueron llegando uno a uno, con caras diferentes: Juan venía refunfuñando, Enrique sonriendo, Menendez todavia llrando.
Cuando estuvimos ya todos reunidos, los diez (Juan, Enrique, Ricardo, Maria, Laura, Pedro, Menendez, Lenchu, Marina y yo) nos colocamos en circulos, para debatir lo que ibamos a hacer a partir de ahora.

Capitulo 1: Últimio día

¡Trrrrrrrrrriiiiiiiiiiinnnnnnnnnggggggggg!
-Uhmm...
¡Trrrrrrrrrriiiiiiiiiiinnnnnnnnnggggggggg!
-¿Qu..que suena?
De la puerta salieron tres timbrazos seguidos, imitando a una vieja cancion marinera.
Abri los ojos y salte como pude de la cama, dando tumbos, cayendome del suelo.
Un poco mejor, me encamine a la puerta. La persona que estaba al otro lado parecia impaciente, con prisas, porque no dejaba de golpear la puerta y pulsar el timbre.
-¡Va va! - grite
Aun en pijama y con los ojos medio abiertos, abri la puerta. Laura entro como una exhalacion en el apartamento.
-¿¡Se puede saber donde rayos estabas!? - me grito, parecia enfadada.
-Pu...pues durmiendo -señale la habitacion abierta a mi espalda. -¿Te pasa algo Laura? Pareces nerviosa.
Laura de dejo caer en el sofa, haciendo que su larga melena peliroja brillara al sol como un latigo.
-¡Pues claro que me pasa algo! - solto - ¡Que vamos a llegar tarde!
Los ojos se me abrieron como platos y comenze a buscar el reloj en mi muñeca, pero no lo encontraba.
-¡Mierda...! - murmure y me asome a la habitaion para mirar la hora en el despertador.
-¡Son las 10:00! ¡Tenemos que irnos o nos pondran falta! - grito Laura nerviosa desde el salon.
-¡Me visto y nos vamos! - respondi.
Rapidamente mire a mi alrededor y cogi unos vaqueros deshilachados, una camiseta sucia con el escudo de la universidad de California, unas deporvidas negras y me quite el pijama, casi arrancando las costuras del tiron.
-¡Vamos...! - Laura ya estaba metiendo prisa.
-Vale, tranquila, no me agobies.
A la velocidad del rayo me puse los pantalones, la camisa y, con las zapatillas medio abrochadas, sali corriendo hacia la cocina.
Coji un trozo de pan y me puse la chaqueta militar para ahorrar tiempo. 
Con el pan todavia en la boca dije: 
- ¿Vamos no? - abri la puerta.
-Si venga
Laura salio corriendo hacia las escaleras sin nisiquiera esperarme.
-¡Que chica...!
* * *
Despues de bajar los 5 pisos que nos separaban del portal, me apoye con una mano en la pared mientras recuperaba el aliento. Alze la vista y vi a Laura con la puerta del copiloto de su coche abierta, esperando a que yo entrara de una vez por todas.
-¡Vamos! Hasta un caracol iria mas rapido que tu - me dijo entre risas.
-¿Y que pasa, que la señorita baja las escaleras colando o como?
-Digamos que....por ciencia infusa - me guiño un ojo y se rio malvadamente mientras se metia en el coche.
Entre enfadado en el turismo, con cara de pocos amigos. Me puse el cinturon y cruze los brazos fastidiado.
-En el asiento trasero estan tu tunica y tu borla. 
Mire hacia atras y vi mi elegante vestimenta color azul celeste, mal dobalda encima de un sombrero de carton del mismo color que la tunica. En el centro del carton habia unos cuantos hilos unidos y pegados con una cuerducha medio rota.
-¡Vaaaaaaaaaamonos!
El coche salio disparado hacia la carretera mientras yo, sorprendido por el aceleron, me sujetaba al asiento con pies y manos.
Al verme en semejante situacion, Laura se echo a reir, pero sin apartar la mirada de la carretera.
-Vaya, vaya, vaya. El gran Raul, el valeinte de los valientes, asustado por un simple cambio de velocidad.
La mire mal y rei ironicamente. Poco a poco me fui acostumbrando a la velocidad y me relaje por fin.
-Refrescame la memoria Laura, ¿a donde vamos? 
Arqueando una ceja, Laura me miro con algo de desden.
-¿No me digas que no te acuerdas? Ja, ja, ja ¡Hoy es la graduacion! - me golpeo en la nuca riendo - Quedamos a las 9 de la mañana pero el señorito se durmio.
Agache la cabeza, avergonzado.
Laura me sonrio, intentando pareces simpatica y tomo una curva cerrada. Aprovechando la inercia, me planto un beso en la mejilla. 
La mire sorprendido y ella rio con todas sus ganas.
-Venga, ¡alegrate! que es nuestro ultimo dia de instituto y luego...¡VACACIONES! -alzo el puño y grito la palabra, riendo.
Me contagio la risa y asenti. Apoye el codo en la ventanilla, poniendo la mano para descansar la barbilla. Mire al paisaje urbano. Es increible lo que habia cambiado una simple ciudad en 10 o 12 años. Cuando era pequeño, toda aquella zona era puro campo. Y, sin embargo, con el paso de los años y toda la modernizacion de las casas y la tecnologia...habia dado un cambio radical.
Comenze a recordar mis aventuras con la apndilla: Pedro, Juan, Enrique, Lenchu, Ricardo, Lenchu y los demas. ¡Era todo tan divertido en esos tiempos...!
Suspire con nostalgia.
Laura disminuyo la velocidad y entro en el aparcamiento del instituto. Habia pocos cohces, ya que la mayoria de los alumnos todavia estaban intentando sacarse el carnet. En el caso de Laura, aprobo a la primera y su padre ya le tenia preparado el coche de su abuelo.
Aparte el brazo de la ventanilla, bosteze y me despereze.
Cuando Laura echo el freno de mano, abri la puerta y sali, con cuidado de no darme un golpe con la puerta. Mire a mi alrededor y no vi a nadie.
-¿seguro que vamos bien? - le pregunte a Laura por encima del techo del coche.
-Mejor no jugarsela - cogio los trajes, el bolso y cerro el coche. - ¡Va, venga, date prisa, no te quedes ahi como un pasmarote!
Me agarro de la mano y enfilo hacia el edificio del gimnasio, dodne nos habia citado la directora. Yo iba detras, como podia, ya que no dejaba de apretar el paso.
LLegamos en poco tiempo (normal, a esa velocidad...) y Laura salio corriendo a los vestuarios. Yo hice lo propio y fui a los masculinos. Cuanto mas me acercaba mas se oian los gritos de los chavales.
Me asome al quicio de la puerta y vi a mis compañeros de panda, esperandome. Parecieron notar mi presencia porque al instante, se giraron.
-¡Hombre Raul! Pensabamos que ya no venias - dijo Ricardo. Los demas sonrieron. - ¿Ya estamos todos no? Pues venga, a sentarse
Ricardo se levanto y el resto hizo lo mismo. 
-Raul...¿Y tu tunica? - observo Juan.
-¡Oh mierda! - sali corriendo de los vestuarios y me siguieron mis amigos. - La tiene Laura...
Menendez se rio, con su risa de pervertido.
-¿Vamos a entrar en el vestuario de las chicas? - dijo con la baba colgando
-¡Gilipollas! - Lenchu le arreo tal colleja que retumbo en todo el gimnasio y la gente se giro a mirarnos. - ¡Pues claro que no! Va a entrar solo Raul.
El otro, ni corto ni perezoso, y dando a notar sus ganas de ver mujeres desnudas, se tiro al suelo y me agarro la pierna.
-¡Lllevame contigo! - lloriqueo - ¡Te dare lo que quieras!¡Mi coleccion de cartas, mis consolas, mi guitarra firmada!l¡Lo que sea!
-¡Sueltame! - sacudi la pierna y le tire al suelo.
En ese momento, las chicas salian del vestuario.
- Laura - la llame dentro del grupo.
Maria, una chica menuda con gafas de pasta negras, me señalo a la sala.
- Esta dentro - sonrio
- Gracias Maria - la sonrei agradecido
La chica solto un suspiro y se alejo roja como un tomate. La mire confundido y entre en el vestuario.
- ¿Laura?
Desde una de las esquinas del pasillo me asome a la zona de los inodoros. Nadie. Di media vuelta y atravese el pasillo hacia las duchas.
- ¿Laura? ¿Estas aqui? - mire alrededor y la encontre sentada en un banco, dandome la espalda. 
En ese momento, la muchacha se levanto la camiseta, dejando ver el broche de su sujetador rosa de encaje. Note como se me enrojecian las mejillas y subia mi temperatura corporal. Me gire y me puse cara a la pared dando gracias a Dios porque no la hubiera visto de frente.
Oi su risa melodiosa en mi espalda y susurro en mi oido
- Raul~
Note el roce de sus pechos en mi espalda. Cerre los ojos con fuerza y trage saliva, intentando controlarme.
Me gire totalmente rigido y sin mirarla si quiera dije en voz de grito, medio tartamudeando:
-L-la-laura d-da-me la tu-tu-tunica p-por f-fa-favor
- Que mono estas asi - dijo riendo y se alejo de mi para coger la tunica.
Suspire aliviado y abri los ojos. Me tiro la tunica y me la puse rapidamente, a la vez que ella.
Abri los ojos del todo y la vi ya con la tunica puesta y haciendose un recogido alto. Dejo caer un mechon de pelo por detras de su oreja izquierda. Su pelo era tan bonito y tan sexi...
- ¡Eh Raul! - oi la voz de Enrique en la puerta.
- Va, va - dije sin dejar de mirar a Laura embobado. - ¿vienes? - La dije
Asintio y la acompañe hasta la salida. 
Al salir me encontre a los gemelos Bonilla (Lenchu y Marisa) esperandome.
- ¡Te toca a nuestro lado tio! - dijo emocionado el chico rubio
- Y al lado del de Laura - dijo con rentintin Marisa
Le bufe y me sonroje
- ¡Lo sabia! - chillo Marisa
- ¿Que dices? - Se intereso su hermano.
La chica argentina se acerco y le susurro algo a Lenchu, que le provoco una risita tonta.
-Sois iguales - rei.
De pronto, una voz retumbo en todo el pabellon
- ¡Leonardo Bonilla, Marisa Bonilla, Raul Bujarte! - grito la directora
Saltamos los tres del susto y miramos hacia la tarima donde estaba la anciana.
- ¿Me harian el honor de sentarse en sus respectivos sitios, por favor?
El gimnasio estallo en una risa colectiva.
- ¡Silencio!
Todo el mundo enmudecio. Era pequeña y vieja, pero tenia un buen caracter, y eso lo sabia todo el instituto.
Nos dirigimos a las sillas con el papelito de nuestros nombres. Efectivamente: estaba al lado de Laura. Respire hondo y me sente. La mire y sus ojos verdes esmeralda me taladraron el cerebro y tuve que apartar la mirada. Nervioso, intente entablar una conversacion con Lenchu para tranquilizarme.